lunes, 16 de agosto de 2010

La vida por amor


Una joven nube nació en mitad de una gran tempestad en el mar Mediterráneo. Pero ni siquiera tuvo tiempo de crecer allí; un fuerte viento empujó todas las nubes hacia África. Solo que, al llegar al continente, el clima cambió: un sol generoso brillaba en el cielo y debajo se extendía la arena dorada del desierto del Sahara.
Como a las nubes jóvenes les ocurre los mismo que a los jóvenes humanos, nuestra nube decidió separarse de sus padres y de sus amigos de infancia para recorrer el mundo.
- ¿Qué estás haciendo? -Se quejó el viento-. ¡El desierto es siempre igual!
¡Vuelve a la formación y vamos al centro de África, donde hay montañas y árboles deslumbrantes!

Pero la joven nube, rebelde por naturaleza, no obedeció; después de mucho pasear, se dio cuenta de que una de las dunas le sonreía. Vio que también ella era joven, recién formada por el viento que acababa de pasar. En ese mismo instante, se enamoró de su cabellera dorada.
- Buenos días -le dijo-. ¿Cómo es la vida allí abajo?
- Tengo la compañía de las otras dunas, del sol, del viento y de las caravanas que de vez en cuando pasan por aquí. A veces hace mucho calor, pero se puede aguantar. ¿Y cómo se vive por ahí arriba?
- También están el viento y el sol, pero la ventaja es que puedo pasear por el cielo y conocer muchas cosas.
- Para mí, la vida es corta –dijo la duna-. Cuando el viento regrese de los bosques, desapareceré.
- ¿Y eso te entristece?
- Me da la impresión de que no sirvo para nada.
- A mí me pasa lo mismo. En cuanto sople un viento nuevo, me marcharé hacia el sur y me transformaré en lluvia. En cualquier caso, ese es mi destino.

La duna caviló un poco, y al cabo dijo:
- ¿Sabías que, aquí en el desierto, nosotros llamamos a la lluvia el paraíso? He escuchado varias leyendas de las que cuentan las viejas dunas. Ellas dicen que, después de la lluvia, nosotras nos quedamos cubiertas de hierba y de flores. Pero nunca sabré lo que es eso, porque en el desierto es muy raro que llueva.

- Si quieres, yo puedo cubrirte de lluvia. Aunque acabo de llegar, ya estoy enamorada de ti y me gustaría quedarme aquí para siempre.
- Nada más verte por primera vez en el cielo, yo también me enamoré –dijo la duna-, pero si transformas tu linda cabellera blanca en lluvia, acabarás muriendo.
- El amor nunca muere –dijo la nube-. Apenas se transforma; y yo quiero mostrarte el paraíso.
Y se puso a acariciar la duna con pequeñas gotas, durante mucho tiempo, hasta que apareció el arco iris.

Al día siguiente, la pequeña duna estaba cubierta de flores. Otras nubes que pasaban en dirección al centro de África pensaban que eso era parte del bosque que estaban buscando y dejaban caer más lluvia. Veinte años más tarde, aquella duna se había transformado en un oasis, donde los viajeros se refrescaban a la sombra de los árboles.
Todo porque, cierto día, una nube enamorada no tuvo miedo de dar su vida por amor.
Paulo Coelho.

El árbol de los amigos

Existen personas en nuestras vidas que nos hacen felices por la simple casualidad de haberse cruzado en nuestro camino.
Algunas recorren el camino a nuestro lado, viendo muchas lunas pasar y hay otras que apenas vemos entre un paso y otro. A todas las llamamos amigos y hay muchas clases de ellos.
Tal vez cada hoja de un árbol caracteriza uno de nuestros amigos. El primero que nace del brote es nuestro amigo papa y nuestra amiga mama, que nos muestran lo que es la vida. Después vienen los amigos
hermanos, con quienes dividimos nuestro espacio para que puedan florecer como nosotros y luego pasamos a conocer a toda la familia de hojas a quienes respetamos y deseamos el bien.
Mas el destino nos presenta a otros amigos, los cuales no sabíamos que irían a cruzarse en nuestro camino. A muchos de ellos los denominamos amigos del alma y del corazón. Son sinceros, son verdaderos. Saben cuando no estamos bien, saben lo que nos hace feliz y lo que necesitamos sin que se lo pidamos.
A veces uno de esos amigos del alma estalla en nuestro corazón y entonces nos hemos enamorado y tenemos un amigo enamorado. Ese amigo da brillo a nuestros ojos, música a nuestros labios, saltos a
nuestros pies.
Más también hay de aquellos amigos por un tiempo, tal vez unas vacaciones o unos días o unas horas. Ellos acostumbran a colocar muchas sonrisas en nuestro rostro, durante el tiempo que estamos cerca.
También hay amigos distantes, aquellos que están en la punta de las ramas y que cuando el viento sopla siempre aparecen entre una hoja y otra y aunque no los vemos seguido están siempre cerca en nuestro
corazón.
El tiempo pasa, el verano se va, el otoño se aproxima y perdemos algunas de nuestras hojas, algunas nacen en otro verano y otras permanecen por muchas estaciones. Pero lo que nos deja más felices es que las que cayeron continúan cerca, alimentando nuestra raíz con alegría. Son recuerdos de momentos maravillosos de cuando se cruzaron en nuestras
vidas.
Cada persona que pasa en nuestra vida es única y siempre, siempre, deja un poco de sí y se lleva un poco de nosotros.
Te deseo, hoja de mi árbol, paz, amor y salud, hoy y siempre.
Sin embargo, habrá también los que se llevarán mucho y, habrá de los que no nos dejaran casi nada. Esta es la situación en la que se comprueba que dos almas no se encuentran por casualidad.

Descubra el amor

Tome una sonrisa y désela a quien jamás la tuvo...

Tome un rayo de sol y le hará volar allí donde reina la noche...

Tome una lágrima y póngala en el rostro de quien jamás lloró...

Tome coraje y póngalo en el ánimo de quien no sabe luchar...

Descubra la vida y descríbala a quien no sabe entenderla...

Tome la esperanza y viva en su luz...

Tome la bondad y désela a quien no sabe darla...

Descubra el amor y delo a conocer al mundo...



Mahatma Gandhi