martes, 2 de noviembre de 2010

Grandiosidad


De vez en cuando, fíjate bien en algo que no esté hecho con las manos: Una montaña, una Estrella, la curva de un río.
De allí vendrá hacia ti la sabiduría y la paciencia, y por encima de todo, la seguridad de que no estás solo en el mundo.
Sidney Lovett.

Derrota


Derrota, mi derrota, mi soledad y mi aislamiento: Para mí eres más valiosa que mil triunfos,
Y más dulce para mi corazón que toda la gloria mundanal.
Derrota, mi derrota, mi conocimiento de mi mismo y mi desafío.
Tú me has enseñado que soy joven aún y de pies ligeros y a no dejarme engañar por laureles vanos.
Y en ti he encontrado la dicha de estar solo Y la alegría de ser alejado y despreciado.
Derrota, mi derrota, mi fulgurante espada y mi escudo:
En tus ojos he leído que ser entronizado es ser esclavizado, y que ser comprendido es ser derribado. Y que ser apresado es llegar a la propia madurez Y como un fruto maduro, caer y ser objeto de consumo.
Derrota, mi derrota, mi audaz compañera:
Oirás mis cantos, mis gritos y silencios, y nadie mas que tú me hablará del batir de las alas. De la impetuosidad de los mares. Y de montañas que arden en la noche.
Y sólo tú escalarás mi inclinada y rocosa alma. Derrota, mi derrota, mi valor indómito inmortal. Tú y yo reiremos juntos con la tormenta.
Y juntos cavaremos tumbas para todo lo que muere en nosotros. Y hemos de erguirnos al sol, como una sola voluntad. Y seremos peligrosos.
Jalil Gibran.

La espada mágica


Cuenta la historia que un caballero medieval asistía a un curso para matar dragones en la escuela local. Varios caballeros más jóvenes acudían a esta clase especial impartida por el mago Merlín.
Nuestro antihéroe fue a ver a Merlín el primer día para hacerle saber que probablemente no le irían bien las cosas en el curso porque era un cobarde y estaba seguro de que siempre estaría demasiado asustado y sería demasiado inepto como para ser capaz de matar a un dragón. Merlín dijo que no hacía falta que se preocupara porque había una espada mágica para matar dragones y que él se la daría a este joven y cobarde caballero.
El caballero estaba deleitado por tener este apoyo mágico oficial con el que cualquier caballero, no importaba lo poco que se lo mereciera, podría matar un dragón. Desde la primera salida a los campos, con su espada mágica en la mano, el cobarde caballero mató un dragón tras otro, liberando a una doncella tras otra.
Un día, hacia el final del curso. Merlín propuso una adivinanza en la clase a la que estaba asistiendo el caballero. Los estudiantes tenían que salir al campo y matar un dragón ese mismo día. En la conmoción de la excitación, mientras todos los demás caballeros corrían para probar su temple, nuestro antihéroe agarró del armero la espada equivocada. Pronto se encontró a sí mismo en la boca de la cueva de la que tenía que liberar a una doncella cautiva. Su captor salió corriendo hacia fuera respirando fuego. Sin saber que había agarrado la espada equivocada, el joven caballero retrocedió preparándose para acabar con la embestida del dragón. Cuando estaba a punto de golpear se dio cuenta de que había cogido la espada equivocada. Ésta no era la espada mágica, tan sólo era una espada corriente pero adecuada para buenos caballeros.
Era demasiado tarde para parar. Bajó la espada corriente con un certero barrido de su brazo, y para su sorpresa se desprendió la cabeza del dragón.
Volvió a la clase, con la cabeza del dragón atada a su cinturón, con la espada en la mano y la doncella a remolque, y corrió hacia Merlín para contarle su error y su inexplicable recuperación.
Cuando escuchó la historia del joven caballero, Merlín se hecho a reír. Su respuesta al joven caballero fue: «Pensé que ya te lo habrías imaginado, ninguna de las espadas son mágicas y nunca antes lo han sido. La única magia consiste en creer».
Osho.