miércoles, 26 de mayo de 2010

La totalidad de las posibilidades


Cuando era niña no sabía que las críticas que los adultos y mis compañeros me hacían ocasionalmente eran sólo consecuencia de un mal día o de algún pequeño desencanto y que en realidad no eran ciertas. Yo aceptaba de buena gana estas ideas y creencias sobre mí misma, y así se fueron convirtiendo en parte de mis limitaciones. Puede que no pareciera tonta ni desgarbada ni torpe, pero ciertamente yo creía que lo era.
La mayor parte de nosotros adoptamos las ideas que tenemos sobre la vida, alrededor de los cinco años. Durante la adolescencia añadimos otras, pero muy pocas.
Si les preguntáramos a muchas personas por qué creen tal o cual cosa sobre algún tema y ellas pudieran seguirle la pista hacia atrás, descubrirían que tomaron ciertas decisiones al respecto a esa temprana edad.
Con frecuencia nuestras limitaciones nos impiden expresar y experimentar el total de las posibilidades. «No tengo la educación apropiada.» ¿Cuántos de nosotros hemos dejado que esa limitación nos impida hacer algo? Es preciso que entendamos que la educación es algo impuesto por grupos de personas que nos dicen: «No podéis hacer esto ni lo Otro a menos que lo hagáis a nuestro modo». Podemos aceptar esa limitación o podemos «pasar» de ella. Durante muchísimos años yo la acepté porque había abandonado mis estudios antes de terminar la escuela secundaria. Solía decir: «Oh, no tengo ninguna educación. No sé pensar. No puedo conseguir un buen trabajo. No sé hacer nada bien».
Entonces un buen día comprendí que la limitación estaba en mi mente y que no tenía nada que ver con la realidad. Cuando abandoné mis propias creencias limitadoras y me permití pasar a la totalidad de las posibilidades, descubrí que sabía pensar. Descubrí que era muy inteligente y que sabía comunicarme. Descubrí toda suerte de posibilidades que, contempladas desde las limitaciones del pasado, parecían imposibles.
Louise Hay.

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