jueves, 10 de junio de 2010

Suspicaz


Un hombre pobre, sin educación ni modales, se enamoró de la hija de un millonario. Ella le invitó a conocer a sus padres en su elegante mansión. El hombre estaba intimidado por la riqueza del mobiliario, por los sirvientes y todos los demás signos de opulencia, pero de algún modo consiguió aparentar que estaba tranquilo hasta que llego la hora de la cena. Sentado a la mesa, animado por los efectos del vino, soltó un ruidoso pedo.
El padre de la chica levantó la vista y miró a su perro que estaba echado a los pies del pobre hombre. “¡Rover!” dijo en tono amenazador.
El pobre hombre aliviado al ver que echaban la culpa al perro, a los pocos minutos se tiró otro pedo. El anfitrión miró otra vez al perro diciendo: “¡Rover!” en voz más alta.
Pocos minutos más tarde el invitado se tiró un pedo por tercera vez. La cara del ricachón se contrajo de rabia. Esta vez bramó: “¡Rover, lárgate antes de que éste te cague encima!”

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